Jaime Sabines
El primer
asesinato de Theresa Jimmie Francine Cross (más conocida por su último nombre
de casada como Theresa Knorr) fue realizado cuando contaba con dieciocho años
de edad: descargó un rifle contra su esposo, Clifford Clyde Sanders, quien estaba
por abandonarla. Fue absuelta de los cargos al alegar defensa propia. A la
muerte de su primer marido tenía un hijo, Howard, y estaba embarazada de un
segundo varón, William. Posteriormente se casaría dos veces más y de ambos
matrimonios nacerían Susan, Sheila, Robert y Theresa, conocida como Terry, la
menor de la familia Knorr. Theresa era madre soltera de seis hijos, viuda una
vez y divorciada dos veces. Abusaba del alcohol y solía pasar el tiempo
descargando su coraje y frustración con sus hijos. A medida que aumentaba el
consumo de alcohol aumentaban las brutalidades en la familia.
Theresa Knorr
Entre las
torturas que incluía Theresa estaba la de castigar a los niños sentándolos en
el piso de la cocina sin moverse, si acaso movían siquiera los ojos eran
disciplinados con golpes y bofetadas. Las palizas eran constantes, los
encierros y el lanzarles cuchillos de cocina formaba parte de las actividades
de Theresa. Un día su furia la llevó a levantar a su hija Terry de un brazo y
ponerle una pistola calibre .22 en la cabeza a manera de amenaza. Terry sufrió
de constantes pesadillas por largo tiempo.
Howard Knorr
Theresa comenzó
a engordar desmedidamente a causa de su estilo de vida y culpó de esto a Susan,
argumentando, que ésta estaba poseída por el Diablo y le lanzaba hechizos para
hacerla engordar. Como castigo, Theresa cocinaba grandes ollas de pasta con
queso y obligaba a su hija a comer excesivamente para que engordara como ella.
El ritual consistía en sentarla en el piso de la cocina, poner la olla ardiente
sobre las piernas desnudas de Susan para quemarla y supervisar que terminara
con la olla entera. Un día, Susan escapó de casa y denunció a su madre ante la
policía local, denunciando todo lo que su madre les hacía a ella y a sus hermanos,
pero Theresa alegó que eran mentiras, que su hija tenía problemas mentales y
necesitaba de ayuda psiquiátrica.
Las autoridades
le creyeron y devolvieron a Susan al poder materno. El primer castigo que
recibió Susan por su fallido intento de escape fue una paliza propinada por su
madre y hermanos. Theresa compró unos guantes de cuero y obligó a sus hermanos
a golpearla en el estómago mientras se pasaban los guantes uno por uno. Si no
golpeaban lo suficientemente fuerte a su hermana, tenían que hacerlo una vez
más. Ella, por supuesto, también tomó parte en la golpiza. Un tumor ovárico y
múltiples hemorragias internas (descubiertas postmortem) aparecieron en el
cuerpo de Susan como consecuencia de la golpiza.
Susan Knorr a
los quince años
La segunda etapa
del castigo consistió en el confinamiento. Susan permaneció esposada a su cama,
privada de la libertad, mientras sus hermanos eran obligados a guardar
vigilancia frente a su puerta por turnos, encargados de alimentarla dos veces
al día. Con el tiempo la voluntad de Susan fue quebrantada hasta que su madre,
convencida de que no volvería a escapar, la liberó del encierro. La escuela
había quedado prohibida. Theresa seguía convencida de que Susan le estaba
lanzando hechizos demoniacos para hacerla ganar peso; estalló en un ataque de
ira y ante la negación de Susan tomó su pistola, apuntó cuidadosamente y le
disparó en el pecho. Theresa no quería a la policía entrometida en el asunto,
así que ordenó a sus hijos que tomaran el cuerpo de su hermana y lo metieran en
una bañera. Allí limpió la herida y la curó con vendas y gasas. Las hermanas de
Susan se turnaban para bañarla y alimentarla hasta que se recupero y volvió a
la vida normal, pero la bala no atravesó el cuerpo de Susan, sino que quedó alojada
en su espalda.
William Knorr
En una ocasión
después del balazo, Susan y Theresa entablaron una acalorada discusión y esta
última apuñaló a su hija en la espalda con unas tijeras. Las heridas no eran
mortales, pero no dejaban de ser graves. Cansada de los abusos, pidió permiso
para mudarse de casa y sorprendentemente su madre estuvo de acuerdo; pero
antes, la bala que había quedado alojada en su espalda debía ser removida.
Susan, movida por la ilusión de abandonar esa casa del horror, accedió. Días
después la operación fue realizada. Theresa drogó a su hija con pastillas y
alcohol, lo que mantuvo a Susan inconsciente por largo tiempo. Obligó a sus
hijos varones a ayudarla en la cirugía. Con un cuchillo de cocina hizo que
Robert, su hijo de quince años, cortara la espalda de su hermana y extrajera la
bala. Theresa gritaba órdenes por doquier mientras él practicaba la incisión.
Después de cortar varias capas de piel y tejido muscular, Robert usó sus dedos
para buscar dentro y alrededor de la herida hasta localizar la bala y
extraerla.
Al día
siguiente, Susan despertó en medio de un dolor indescriptible. Theresa le dio
antibióticos e ibuprofeno, pero nada resultaba. Después de algunos días se le
tornaron los ojos amarillos y no era capaz de controlar sus intestinos. El 16
de julio de 1984, Theresa acalló los gritos de dolor de Susan pegándole cinta
adhesiva en la boca y atándola de manos y pies. Juntó todas sus pertenencias en
bolsas de basura y pidió a William y Robert que pusieran a Susan en el auto.
Manejaron hasta llegar cerca de un puente. En ese punto pidió a sus hijos que
sacaran a Susan del auto y la pusieran en el suelo. Susan seguía quejándose y
mirando con horror a su familia. Theresa tomó entonces un bidón lleno de
gasolina y roció el líquido sobre todas las cosas de Susan. Luego bañó a su
hija con el carburante. Mientras Susan se debatía, presa del pánico, Theresa
encendió un cerillo y se lo arrojó. Susan se quemó viva, ante la mirada
impasible de su madre y sus hermanos. Luego todos subieron al coche sin decir
palabra y sin mirar atrás; Theresa manejó de regreso a casa.
Pero aún quedaba
otra hija, Sheila. Theresa, buscando un ingreso mayor al de su pensión, obligó
a Sheila a prostituirse. Ella discrepó totalmente con la decisión de su madre,
pero no se atrevió a desobedecer; sabía el destino de su hermana Susan y no
quería terminar igual. Trabajando como prostituta comenzó a llevar cientos de
dólares a casa, por lo que Theresa casi estaba orgullosa de ella. Sheila podía
ir y venir y hacer lo que quisiera; irónicamente, trabajar como prostituta le
había concedido su ansiada libertad.
Sheila Knorr
Pero en la
familia Knorr no existían los finales felices. Theresa sospechaba que Sheila
estaba embarazada y la acusó de tener una enfermedad venérea. Primero la golpeo
hasta conseguir dejarla cubierta de moretones y después la encerró en un
pequeño armario junto al baño. Debido a la localización y dimensiones, era
increíblemente caluroso. Theresa advirtió a sus otros hijos que esa puerta
debía permanecer cerrada en todo momento y tenían prohibido llevarle comida o
agua. Theresa quería que confesara y eventualmente Sheila lo hizo, pero Theresa
la acusó de mentir y el confinamiento siguió su curso.
Tras varios días
de encarcelamiento se oyó un fuerte ruido dentro del closet: fue el último
sonido que escucharían allí dentro. Tres días después abrieron el closet para
descubrir el cuerpo en descomposición de Sheila, quien tras desesperados
intentos de escapar había muerto de hambre y sed. Theresa metió el cadáver en
una caja vieja y con ayuda de sus hijos llevó el cuerpo a las montañas, donde
lo abandonó. Temerosa de que en el closet quedaran evidencias que la
relacionaran con la muerte de Sheila, Theresa decidió prender fuego a su propia
casa. Obligó a Terry a verter fluido de encendedores por todo el lugar y
posteriormente incendiarlo con un cerillo. Los bomberos descubrieron que el
siniestro fue deliberado. A partir de este momento, la familia se separaría.
Terry Knorr: la
última hija con vida
El destino de
Howard, el mayor de los hijos, es desconocido. William se mudó con su novia
teniendo veinticuatro años y Terry a pesar de tener dieciséis, utilizó la
identificación de su hermana Sheila para pasar como mayor de edad y conseguirse
otra vida. Robert de diecinueve, permaneció con su madre, pero desesperado por
la falta de dinero robó un bar y asesinó al dueño del mismo, por lo que más
tarde fue encarcelado y condenado a dieciséis años de prisión por asesinato en
primer grado.
Robert Knorr
tras su arresto
Después de nueve
años a partir de la muerte de Sheila y once de la de Susan, Terry acudió a la
policía a confesar toda la historia; ya estaba casada y su esposo la ayudó a
sobrellevar el trauma, aunque siempre insistía en que todo lo que había
presenciado la había marcado para siempre. Acusó a su madre de la muerte de sus
hermanas. Gracias a esta declaración, Theresa Knorr fue atrapada y condenada a
la pena de muerte, al declararse inocente de los cargos. Posteriormente se
declaró culpable de todos los cargos a cambio de su vida; fue condenada a dos
cadenas perpetuas. La sentencia de Robert fue reducida tras acceder a
testificar en contra de su madre. William fue puesto en libertad bajo palabra por
su participación en las muertes de sus hermanas y obligado a tomar terapia
psiquiátrica.
Theresa Knorr
podría ser elegida para libertad bajo palabra en el 2027, tiempo en el que
tendría, si sobrevive, ochenta años de edad. Según la escala que desarrolló el
Dr. Michael Stone y que se conoce como “Índice de maldad” (“Most evil”),
Theresa está en la categoría 22, la más alta de dicha escala, la cual describe
a asesinos psicópatas y torturadores.
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