Rosa Gonzálvez
Fito nació el 5 de enero de 1954 en Almansa (España). Era una de las más
prestigiosas sanadoras espiritistas de ese pueblo. Su maestro fue Enrique
"El de Villena", ex empleado de una fábrica de zapatos que dejó su
trabajo para dedicarse a la curación. Rosa fue bautizada como "Hermana de
la Luz", "Miradora" o "Sanadora".
El altar de Rosa
Gonzálvez

Todos los días,
mucha gente acudía a su consultorio para tratar sus enfermedades. Practicaba en
ellos la imposición de manos y ganaba tanto dinero, que su esposo, Jesús
Fernández Pina, abandonó su trabajo de zapatero para convertirse en el
encargado de la agenda de su mujer.
Jesús Fernández
Pina
Rosa Fernández
Gonzálvez “Rosi”, la hija única del matrimonio, nació en Albacete el 22 de
abril de 1979. Era una niña alegre, que veía cómo su madre efectuaba supuestas
curaciones, sesiones espiritistas y lectura del futuro. Pero eso no le
molestaba, ni alteraba su infancia.
Rosa Fernández
Gonzálvez “Rosi”
El sábado 15 de
septiembre de 1990, Rosa Gonzálvez, su hermana Mercedes y su amiga María Ángeles
Rodríguez Espinilla, salieron juntas a cenar. Mercedes había llegado dos días
antes a Almansa, procedente de Valladolid, con la intención de pasar unos días
con su hermana Rosa.
Durante la cena,
Rosa dio muestras de agobio: decía sentirse enferma. Las dos mujeres que la
acompañaban la miraron con preocupación: estaba demacrada, por momentos decía
cosas incoherentes y además se notaba de mal humor. La consideraban una
iluminada, una nueva profeta, y le demostraban su respeto a cada momento.
Al día
siguiente, a las 15:30 horas, Rosa Gonzálvez telefoneó a su amiga María
Ángeles, para que se trasladara de inmediato a su domicilio. Cuando llegó, le
advirtió que estaba segura de que el espíritu de su esposo había tomado
posesión de ella. María Ángeles se asustó mucho al creer que estaba poseída por
“las malas intenciones” de su marido Martín.
La casa de Rosa
en la Calle Valencia

Le pidió a Rosa
que la ayudara. Ella accedió: el resto de la tarde, mediante diferentes ritos,
intentó exorcizar del cuerpo de María Ángeles el espíritu de su marido, que a
decir de Rosa, "le estaba haciendo mucho daño". Además de hacerlo con
ella, también intentó exorcizar a los hijos de su amiga quienes, supuestamente,
“portaban el Mal”. Para ello, les metió los dedos en la boca, obligándolas a
vomitar para que "echaran el pato que tenían dentro".
Identificación
de Rosa Gonzálvez
A las 23:00
horas, Martín, esposo de María Ángeles, se presentó en casa de Rosa con la
intención de llevarse a su familia. Se llevó a sus hijos, pero no logró
persuadir a su mujer para que lo acompañara. Al día siguiente regresó a casa de
la curandera para intentar llevarse a su esposa.
Martín, el
esposo de María Ángeles

La mañana del
lunes, Mercedes regresó a casa de Rosa Gonzálvez, donde encontró a ésta y a su
hermana desnudas en una cama: "Decían que eran Jesucristo y la Virgen y
que se iban a casar", declararía tiempo después.
Ese día estaban
allí Rosa Gonzálvez; su esposo Jesús; María Ángeles; su hermana Mercedes; y
Josefa y Ana María Gonzálvez, cuñada y hermana de la curandera, a quien Jesús
Fernández había llamado al encontrar a su esposa enloquecida, gritando
incoherencias y asegurando que su hija, la pequeña Rosa, estaba poseída por el
demonio.
Todo el grupo se
trasladó al dormitorio del matrimonio, donde se iniciaron una serie de ritos
extraños con objeto de expulsar a los espíritus. La violencia histérica de la
curandera se entremezcló con rezos, rituales mágicos y el uso de imágenes de
Santa Lucía.
María Ángeles
Tras una sesión
muy extensa, hacia las 18:00 horas María Ángeles y Rosa parecieron calmarse.
María Ángeles aseguró que la curandera le había salvado la vida, a lo que ésta
le respondió: "Yo no soy Rosa, soy un extraterrestre de otro planeta”.
Tras la
estrafalaria afirmación, Josefa, Ana Gonzálvez y Mercedes Rodríguez abandonaron
la casa. María Ángeles y Rosa se encerraron en el dormitorio. A las 00:10 horas,
Mercedes regresó a la casa. Ya era la madrugada del 18 de septiembre. Jesús
entró en el dormitorio y encontró a su esposa totalmente desnuda, acompañada de
las hermanas Rodríguez, quienes también se habían desvestido. Las tres estaban
cubiertas de excremento y vómito.
Rosa y María
Ángeles
Comenzó entonces
otro episodio de histeria exorcista en la habitación. A golpes, obligaron a
Jesús a que limpiara la habitación. Luego le exigieron que despertara a su
hija, quien ya estaba durmiendo en su habitación. Jesús obedeció la exigencia
de su mujer; tenía miedo y prefería no enfrentarla, por temor a ser agredido.
Fue por la niña, la despertó y la llevó a la recámara matrimonial, donde las
tres mujeres desnudas la esperaban.
Luego se marchó.
Las mujeres también desnudaron a la niña. La metieron en la cama, tapándola con
las sábanas. Luego se quedaron en silencio un buen rato. La niña se durmió.
Poco tiempo después, Rosa despertó a su hija. La obligó a tirarse en el piso,
pese a los ruegos de la niña, quien comenzó a tiritar.
Mercedes
Al notarlo,
Mercedes dijo: "Si vais a quitar el mal, hacedlo ya, porque la niña no se
encuentra bien". Rosa Gonzálvez, furiosa, exclamó, señalando a Mercedes:
"¡Maldita seas! ¡El Mal está dentro de ti!" Rosa y María Ángeles
atacaron a Mercedes, dándole patadas en el vientre y metiéndole los dedos en la
boca hasta hacerla sangrar.
Al ver la sangre
derramada, Rosa decidió que el Mal ya había salido de Mercedes, pero estaba
convencida de que después se había introducido en su hija. Así que comenzó a
golpearla, asegurando que la niña era ahora la poseída por el espíritu. La
pequeña comenzó a llorar. Al escuchar el llanto, Jesús, su padre, entró
nuevamente con la intención de rescatar a su hija. Pero las tres mujeres
atacaron al hombre con lujo de violencia, tratando de sacarle los ojos con las
uñas. Jesús salió del cuarto huyendo, y luego corrió a buscar ayuda.
Las tres mujeres
tomaron a la niña y se trasladaron al dormitorio de la pequeña. Allí había dos
camas; atrancaron la puerta con una de ellas, acostaron a Rosi en la cama
restante y comenzaron el exorcismo. Rezaron, insultaron al demonio, dieron
órdenes, golpearon a la niña, burlándose de su llanto. Eso duró toda la noche.
A las 06:00 horas, Jesús regresó con Ana María, hermana de Rosa, pero no
pudieron entrar en el dormitorio. Se quedaron por tres horas al lado de la
puerta, escuchando los gritos, el llanto de la niña, los golpes que le
propinaban, los insultos y los rezos entremezclados.
Adentro del
cuarto, Rosa y las hermanas Rodríguez destrozaron todos los muebles, quebraron
los espejos, caminaron descalzas sobre los cristales rotos, se revolcaron en el
suelo, orinaron, defecaron y vomitaron. Rosa bañó con agua de colonia a María
Ángeles, quien comenzó a gritar: “¡El Mal me está entrando por abajo! ¡Me está
entrando un aborto del Diablo!” Rosa Gonzálvez tomó una toalla y la colocó
entre las piernas de María Ángeles; la retiró con manchas de sangre. Estaba
menstruando, pero para la exorcista se trataba de un claro signo de que,
efectivamente, un íncubo trataba de poseerla. Comenzó a golpearla en el
vientre. María Ángeles, tratando de que la golpiza cesara, gritó: “¡El aborto
del Diablo se está metiendo en la niña!” Ante esa afirmación, Rosa Gonzálvez
miró a su hija y le dijo: "Estás embarazada por el Diablo".
Las tres mujeres
se lanzaron sobre la niña. Mientras las dos hermanas la sujetaban de las
muñecas, Rosa le abrió las piernas y empezó a explorarla. Le introdujo un dedo,
luego otro, mientras su hija gritaba y lloraba: “¡Mamá, acaba ya, mamá, por
favor termina ya!” Enojada, Rosa Gonzálvez metió la mano completa. Las paredes
vaginales de la niña se rasgaron. Rosi gritó, enloquecida por el dolor,
tratando de librarse de aquella tortura, pero las mujeres la sujetaron con más
fuerza.
Sudorosa y con
los ojos desorbitados, Rosa González abrió la vagina con la otra mano, hasta
que consiguió meter ambas manos en la vagina de la niña. Hizo palanca con los
brazos, rasgando los labios vaginales, clavando las uñas, rasgando por dentro.
Perforó el cuello del útero, también la matriz. Luego le metió varios dedos por
el ano, rasgando el recto. Siguió metiendo las manos y parte de los brazos.
El ataque fue
tan violento que Rosa Gonzálvez comenzó a arrancar los ovarios, jaló los
intestinos y los sacó por la cavidad vaginal, mientras gritaba: "¡Gloria
al Espíritu Santo, gloria a Jesús! ¡Sal, cabrón!" La escena duró
interminables minutos. Rosi, con sólo once años de edad, sufrió de manera
inenarrable. Se desmayó y la pérdida de sangre produjo un shock. Murió poco
después.
Ya muerta la
niña, Rosa continuó arrancando las vísceras por la vagina. Siguió así casi
media hora. Cuando se sintió cansada, le pidió a María Ángeles que continuara
con su tarea, mientras señalaba cada pedazo de víscera arrancada y exclamaba:
"¡Otro Demonio! ¡Otro, otro! ¡Esto no se acaba nunca!" Los forenses
asentarían que solo quedaron dentro el hígado, el bazo y el estómago.
El cadáver de
Rosi
A las 09:00
horas, Jesús y su cuñada lograron derribar la puerta y entrar en la habitación.
La escena era escalofriante: sobre el piso estaban los trozos de vísceras y
órganos internos de la niña, cuyo cadáver exangüe se encontraba sobre la cama,
con la figura de un santo colocada a un lado, estampas con figuras religiosas
regadas por todas partes y ropa ensangrentada por doquiera. Las mujeres estaban
cubiertas de sangre, excremento, orina y vómito. Jesús salió de la casa para
buscar ayuda, y desde la casa de un vecino, llamó a la policía.
La puerta del
dormitorio

Ana Gonzálvez se
quedó en el dormitorio, aterrorizada, contemplando la escena sin poderse mover.
Las tres mujeres se precipitaron contra ella, gritándole: "¡Tú eres la
clave! ¡Necesitamos tus ojos para que la niña reviva!" Rosa y sus
ayudantes le dieron una golpiza a la mujer, quien estuvo a punto de perder los
ojos en el ataque, causándole daño en la retina en ambos ojos. Pero consiguió
huir de allí y salir de la casa.
Ana Gonzálvez en
el hospital, tras el ataque
Cuando el
frenesí pasó y el cansancio se apoderó de ellas, comenzaron a ser conscientes
de lo que habían hecho. Rosa y María Ángeles trataron de huir; Rosa se refugió
en un bar cercano y María Ángeles asaltó a un conductor, que se detuvo a
preguntarle si necesitaba ayuda: lo golpeó y le quitó el automóvil. La policía
detuvo a ambas antes de que pudieran escaparse. Mercedes fue arrestada en el
lugar del crimen.
Los vecinos
llamaron además a la Cruz Roja. Los dos socorristas que llegaron al lugar no
daban crédito a lo que veían. Según sus declaraciones, nunca habían presenciado
algo así.
La policía se
llevó a las mujeres con grandes esfuerzos, ya que se defendían y golpeaban a
los agentes, tratando de arañarles los ojos o de morderlos. Ya en el hospital,
donde fue ingresada con severos traumatismos, Mercedes les dijo a los médicos
que la atendieron que había sufrido "una paliza por parte de las fuerzas
negras" y exigió que no la tocasen, porque Santa Lucía la curaría.
El caso provocó
la repulsa de la opinión pública española. Nunca se había visto un caso similar
y los medios le dieron un enfoque amarillista al asunto. Los titulares
mostraban el horror de la población ante aquel suceso.
El juicio,
celebrado con la presencia de reporteros de varios sitios de España, fue
transmitido por televisión. Durante varias semanas, la historia de Rosa
Gonzálvez, bautizada ahora como “La Exorcista de Almansa”, fue noticia de
primera plana.
Al entierro de
la niña asistió todo el pueblo. Jesús, su padre, sollozaba y se mesaba el
cabello con desesperación. A todo el que quisiera escucharlo, le repetía que no
había podido hacer nada, que la puerta había sido atrancada por dentro. Nunca respondió
por qué no llamó enseguida a la policía, pudiendo evitar así la muerte de su
hija.
El sepelio
En el juicio,
las declaraciones estremecieron a los asistentes: "Rosa comenzó a hablar
como san Jerónimo y luego le cambió la voz y habló como nuestra madre
fallecida", declaró Mercedes.
Rosa durante el
juicio
"(El día
del crimen) estaba toda mojada y tenía en las manos un cuadro de la Virgen. Me
dijo que pasara. Rosa bajó desnuda la escalera y nos dijo que nos quitáramos
las prendas negras. Por indicación suya caminamos sobre las baldosas negras del
pavimento para ahuyentar a los espíritus malignos y entre rezos destruimos los
muebles.
“Decían que la
Espada del Mal estaba en la niña. Atrancaron la puerta y estuvieron una hora
rompiendo cosas. Después María Ángeles dijo que le había venido un aborto del
diablo y empezó a sangrar por la vagina. Como María Ángeles había abortado,
Rosa dijo que su hija estaba embarazada del Diablo. Sujetaron a la niña entre
las dos y su madre le metió la mano entre las piernas para sacar los engendros
del Diablo".
Rosa Gonzálvez dijo
no recordar nada de lo sucedido. María Ángeles Rodríguez afirmó que su memoria
se perdía a partir de la noche del 15 de septiembre. En febrero de 1992, la
Audiencia Provincial de Albacete dictó sentencia contra las acusadas.
Increíblemente, las tres mujeres fueron absueltas.
La absolución de
Mercedes
Rosa y María
Ángeles serían ingresadas en un hospital psiquiátrico, liberadas de la
acusación de asesinato por la eximente de trastorno mental transitorio.
Mercedes fue absuelta "por no haber participado activamente en los
hechos".
El Hospital
Psiquiátrico
María Ángeles se
fue a vivir a Valencia, alejada para siempre de su familia. Mercedes se marchó
a Valladolid tras el juicio.
Rosa Gonzálvez
estuvo recluida un corto periodo, tras lo cual salió del hospital y se
reintegró a la sociedad. No pudo volver a Almansa, pues los habitantes
declararon públicamente que la lincharían si volvían a verla por allí.
La celda de Rosa
Se refugió en
otra ciudad española y pronto se convirtió en protagonista favorita de varios
programas de televisión, en los cuáles contaba su versión del asesinato,
cobrando además grandes cantidades por sus declaraciones. Los vecinos se
limitaron a pintar una cruz invertida de color rojo, en la fachada de la casa
donde aquella noche, ocurrió uno de los peores crímenes de la historia de
España…
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