José Luis Calva
Zepeda nació en la Ciudad de México el 20 de junio de 1969, hijo de Esteban
Calva Téllez y Elia Zepeda Camarena. A los dos años, su padre murió en
circunstancias trágicas. Desde entonces, José Luis fue maltratado
psicológicamente por su madre. En 1976, un episodio de abuso sexual lo marcó.
Al poco tiempo escapó de su casa y vivió mucho tiempo en la calle, entre los
niños que utilizaban drogas y se prostituían por unas cuantas monedas. Calva
Zepeda aprendió muy pronto a odiar y despreciar a las mujeres. Con el
advenimiento de la adolescencia y el descubrimiento de su bisexualidad, la
mezcla entre atracción y desprecio hizo crisis en su psique.
José Luis Calva
Zepeda de niño
Calva Zepeda
consiguió estudiar hasta la educación media superior. Cuando finalmente se
casó, procreó a dos hijas. Su matrimonio duró siete años, al término de los
cuáles el divorcio se hizo necesario. Solo de nuevo, Calva Zepeda se refugió en
la escritura: realizaba poemas y cuentos que reflejaban sus estados anímicos y
en los que comunicaba su retorcida visión del mundo.
En 1993, fue
arrestado por portar un arma blanca; duró preso poco tiempo. Al conocer a Juan
Carlos Monroy Pérez, inició una relación amorosa que pervivió bastante tiempo.
La pasión homosexual no apagó su atracción por las mujeres: vivía ambos mundos
con desenfado y placer. Empezó entonces a dedicarse a la actuación.
También publicó
por su cuenta algunos de sus libros; de esta etapa surgieron los títulos
Instintos caníbales; Prostituyendo mi alma; Réquiem por un alma perdida; Krish,
el aprendiz de mago; Antigua; Caminando ando y La noche anterior. Escribía
además historias de terror para cine y teatro. Sus poemas los firmaba con el
pseudónimo de “El caminante”: “Algún día todos tendrán que seguir al
Caminante”, dice un fragmento de una de sus obras.
Escribió diez
novelas, ocho obras de teatro y más de ochocientos poemas. Al inicio de uno de
sus volúmenes una línea indica: “Dedico estas palabras a la creación más grande
del universo (que soy yo)".
Otro de sus
textos dice:
“Soy José
Zepeda, nací en el 69, tengo pulmones enfermizos, corazón grande, huesos
frágiles, nariz profunda hacia fuera al igual que mis recuerdos, boca amplia
que alberga diez mil palabras y un clamor, manos marcadas en la fragua de la
desesperación y el dolor, endurecido de los pies, imberbe de la piel y ágil de
dedos; fumador del tabaco fuerte, bebedor del mezcal sin gusano, gastrónomo de
afición, no de degustación sino de elaboración, privativo del frijol, el
picante, los tamales y la tortilla de maíz, adicto al café más por necesidad
que por gusto al mismo. Estoy viendo en el ojo de una tormenta, me ahogan las
niñas de mis ojos mientras lloran. Me arrebata la ira; me dominan mis celos, me
desangro, me desgarro, me acorralo. La diferencia entre la vida y la muerte es
blanca, se evapora en un instante y pesa solo un gramo. Ahí estaba yo sentado
frente a mi única opción. Ahora dime, mi querido lector, ¿tú, estás en la
bienaventuranza o en la tribulación? Y... si estás seguro del lugar en donde te
encuentras... ¿Estás con el diablo o estás con Dios?”
Calva Zepeda
vendía sus poemas en hojas sueltas o en cuadernillos, que ofrecía en las calles
y en los cafés de los Colonias Roma y Condesa, en la Ciudad de México, así como
en el Tianguis del Chopo.
En 2004, conoció
a Verónica Consuelo Martínez Casarrubia, una chica con la cual sostuvo una
relación amorosa.
José Luis Calva
Zepeda con su novia, Verónica Consuelo Martínez Casarrubia
Pero las cosas
no fueron bien. La madre de Verónica Consuelo se oponía a la relación, le decía
a su hija que ese hombre “no le convenía”. Pero ella nunca prestó oídos a los
consejos maternos.
Verónica
Consuelo Martínez Casarrubia
Sin embargo, los
problemas destruyeron a la pareja y, ese mismo año, Calva Zepeda inició su
carrera criminal: asesinó a Verónica Consuelo y después la descuartizó.
Abandonó el cadáver desmembrado en Chimalhuacán, en el Estado de México. Allí
lo encontró la policía el 30 de abril del mismo año. Su madre, Judith
Casarrubia, interpuso una denuncia y Calva Zepeda fue desde entonces un prófugo
de la justicia.
Cuando se mudó
al departamento 17 de la calle Mosqueta nº 198, en la Colonia Guerrero,
convirtió su casa en un escenario peliculesco: conservaba extraños cuchillos,
libros de brujería, veladoras y textos de terror, muchos de ellos escritos de
su puño y letra. Calva Zepeda practicaba brujería, consumía cocaína y se había
vuelto un alcohólico y fumador empedernido.
En su ropero
guardaba un traje de mallón con un sujetador que, a la altura del pecho,
simulaba dos pechos en aluminio; también poseía antifaces multicolores,
adecuados para las fiestas de Carnaval. Varios de sus poemas hablaban sobre su
obsesión con convertirse en madre y en un cuarto conservaba una cuna con la
ropita para bebé que su madre le obsequió, en 1997, para una de sus nietas.
La cuna en uno
de los cuartos de su departamento
Según algunas
versiones no oficiales, en 2007 Calva Martínez mató y descuartizó a una
prostituta conocida como “La Jarocha” o “La Costeña”. Esta vez, dejó el cadáver
en Tlatelolco; el cuerpo fue encontrado el 9 de abril. Sin embargo, ese crimen
atribuido a Calva Zepeda aún no está comprobado.
El cadáver de
"La Jarocha"
Sus vecinos
aseguraban que era tranquilo, callado, elegante y hasta “galán”. De su
departamento siempre salía con diferentes mujeres. El conserje de su edificio
llegó a afirmar: “nunca se comportó de forma extraña; es más, sabíamos que le
gustaba cantar en un karaoke”. Los colonos informaron que Calva Zepeda llevaba
a su departamento mujeres de diversas edades que contactaba en el cybercafé
donde trabajaba, sobre la Avenida Guerrero.
Su relación con
Alejandra Galeana Garavito duró varias semanas. La chica de treinta años, madre
soltera, estaba enamorada del hombre que le escribía poemas y le juraba amor,
sin sospechar que se trata de un psicópata. Se trataba de una joven seria, que
no socializaba mucho. Alejandra trabajaba en la Farmacia de Genéricos ubicada
en la esquina de Guerrero con Orozco y Berra. Al salir, caminaba cuatro cuadras
sobre el Eje 1 Poniente y Calva Zepeda la acompañaba. Pegada en la computadora,
Alejandra Galeana tenía la fotografía de él. Guardaba en su recámara las cartas
y los poemas que su novio le escribió para enamorarla. Uno de esos escritos
afirma:
"Es la
ausencia de tu cuerpo que me falta junto a mí.
El deseo de
atraparte entre mi almohada y sus sueños.
Es tu mirada que
se clava en mí como lanza de cazador".
Dedicatoria
manuscrita de Calva Zepeda en un ejemplar de su poemario; incluye su teléfono y
correo electrónico (cortesía de Arturo Sánchez)
En su poema
“Semilla germinal”, dice:
“Gracias por
dejarte ser parte de este universo,
el tuyo, el mío,
el de nosotros dos.
Tuyo, desde el
origen hasta la evolución”.
Un tercero
afirma:
“Me cediste
todas tus partes.
Tu aliento, tus
uñas y tus ansias.
Me vestiste de
ti y fui tu ave.
Canté tu canto
que nunca calla”.
Dos portadas y
contraportadas distintas del libro Caminando ando (imágenes tomadas del blog
Nota Roja: Trauma y Tragedia, cortesía de Arturo Sánchez)
El 5 de octubre,
Alejandra Galeana se fue de su casa para no regresar; dejó de responder las
llamadas que le hacía su madre, quien tampoco estaba de acuerdo con su relación
con Calva Zepeda.
La madre de
Alejandra Galeana
Esa misma noche,
Calva Zepeda asesinó a su novia. Pero esta vez fue más allá. Tras el homicidio,
Calva Zepeda procedió a descuartizarla como a Verónica Consuelo, utilizando
para ello la tina del baño. Pero, no conforme con ello, decidió guardar el
cadáver en su departamento. Destazó la pierna y el brazo derecho, le quitó la
piel y la carne, y después las guardó en el refrigerador. Puso algunos huesos
en una caja de cereal. El tronco del cadáver de su novia lo guardó en el
ropero.
El cadáver de
Alejandra Galeana
El lunes 8 de
octubre, Calva Zepeda se puso a cocinar: los ingredientes principales eran la
mano y trozos de la carne del brazo de Alejandra. Hirvió los restos en agua un
buen rato; preparó un caldo muy espeso y una vez que la carne estaba cocida,
les añadió limón como condimento. Se sirvió los trozos de carne en la mesa de
su desayunador, con más limón cortado en un platito. Pero no contaba con que
sus vecinos habían percibido el hedor del cuerpo descompuesto que procedía de
su departamento. Llamaron a la policía, que acudió a averiguar qué ocurría.
Cuando los
oficiales tocaron a su puerta, Calva Zepeda supo que estaba perdido. Los dejó
entrar, pero luego trató de huir saltando desde el balcón de su departamento;
pese a la caída aún pudo echar a correr, pero un taxi lo atropelló. La policía
lo detuvo y luego revisaron su casa: lo que encontraron los llenó de horror y
se convirtió en la noticia sensacionalista del año en México.
Los paramédicos
acudieron a curarlo, pero su estado ameritaba que lo trasladaran a una clínica.
Lo llevaron al Hospital de Xoco, donde permaneció bajo custodia. Mientras
estaba internado allí, le dijo a una criminóloga: "De alguna forma
agradezco que haya ido la policía, ya que así no me causo daño ni causo daño.
Ya quería que terminara este infierno".
Calva Zepeda,
atendido por los paramédicos tras su arresto
Al escuchar por
la radio la noticia de la detención, Judith Casarrubia acudió de inmediato ante
las autoridades para advertirles que se trataba del presunto asesino de su
hija, Verónica Consuelo.
Judith
Casarrubia, madre de Verónica Consuelo, muestra una de las cartas del homicida
Los medios lo
bautizaron como “El Caníbal de la Guerrero”, en alusión a la colonia donde
vivía y en la cual cometió sus crímenes. Otros lo llamaban “El Poeta Caníbal”.
Se declaró “admirador de Hannibal Lecter”, el personaje de las novelas de
Thomas Harris que luego se convirtieron en películas.
En una de las
paredes de su departamento, tenía una foto de Anthony Hopkins en el papel del
famoso asesino en la película El silencio de los inocentes. Pese a todo, él
siempre negó la necrofagia, hasta el final siempre dijo que no había comido del
cuerpo de su novia, aunque, ¿qué sentido tendría entonces haber cocinado partes
del cadáver?
El 22 de
octubre, la policía detuvo a su amante y presunto cómplice, Juan Carlos Monroy
Pérez. El 24 de octubre, Calva Zepeda fue trasladado al Reclusorio Oriente.
Al ser
cuestionado al otro día por el Juez 21 de lo Penal, Juan Jesús Chavarría
Sánchez, sobre si rendiría su declaración preparatoria sobre los hechos de los
que se le acusaba, “El Caníbal” contestó: "Sí quisiera hablar, pero no
coordino bien mis ideas".
"El Caníbal
de la Guerrero" en la cárcel
Ante el juez
afirmó ser católico, escritor y ganar hasta cuatrocientos pesos diarios por la
venta de sus textos. “No soy el monstruo que se ha dibujado, soy una persona
que cometió un error, que está arrepentida y que tiene el deseo de seguir
viviendo, no importa si me voy a quedar cincuenta años aquí encerrado",
concluyó.
Su abogado fue
Humberto Guerrero Plata, quien alegó que Calva Zepeda “estaba enfermo de sus
facultades mentales”. Bajo estos términos, Calva Zepeda se negó a declarar.
Además de
acusarlo por los asesinatos de tres mujeres, se le levantaron cargos por
profanación de cadáveres y delito contra la paz de los muertos. Igualmente, las
autoridades buscaron relacionarlo con los feminicidios cometidos en el área
limítrofe entre el Estado de México y el Distrito Federal, donde aparecieron
decenas de mujeres mutiladas, parte de cuyos cuerpos, como piernas, brazos y
torsos, nunca fueron localizadas.
En la cárcel,
Calva Zepeda inició la escritura de una nueva obra: Caníbal, el Poeta Seductor,
la cual quedó inconclusa. Uno de sus fragmentos rezaba: “Tienes frente a ti
sólo dos opciones: vivir o morir. Morir es sencillo y no es necesario dejar de
respirar para hacerlo. Sin embargo, para vivir es necesario morir”.
En esta novela
manuscrita, Calva Zepeda narra la historia de un bebé recién nacido que es
abandonado por su madre y rescatado por una perra callejera. Posteriormente, el
personaje es criado por un bibliotecario, quien le pone el nombre de Dante y lo
enseña a leer y escribir, inculcándole el gusto por la poesía. A partir de
entonces, Dante comete su primer crimen, dejando en sus víctimas (todas
mujeres) un poema escrito sobre su piel. Al final de las hojas aparece una
línea que dice: "Nota: No reproducir estas hojas, protegidas por derechos
de autor".
En el hospital y
en la cárcel lo visitaba una joven, Dolores Mendoza (a quien otras versiones
identifican como "Juana"), su nueva novia, quien afirmó ante los
medios de comunicación: “Yo nunca conocí a ese caníbal del que hablan; sólo a
un hombre bueno”.
Verónica, su ex
novia
Pero la historia
del homicida tuvo un final extraño. Tras varios días de decirle a su familia
que los otros presos “querían asesinarlo y le pedían dinero”, el 11 de diciembre
Calva Zepeda aparentemente se suicidó. Apareció ahorcado con un cinturón en su
celda. Su muerte ocurrió entre las 6:00 y 6:30 horas. Lo encontraron a las
7:00, cuando se hacía el pase de lista. Esto, pese a que había órdenes de
vigilarlo las 24 horas del día.
Su hermana,
Claudia Calva Zepeda, declaró tras su muerte: “Ahora yo quiero justicia para el
caníbal, para ese caníbal al que tanto se acusó, porque él no se mató... él
tenía mucho ánimo y sabía que se iba a quedar cincuenta años aquí (en la
cárcel), pero no lo dejaron, lo amenazaron y le cumplieron la amenaza".
Calva Zepeda
dejó dos notas póstumas. Las líneas escritas para su madre decían: “No sé qué
paso por mi vida, pero me perdí, perdí todo lo que tuve y lo que tendría. Deje
ir tus palabras de amor y aún más, tus noches en vela por cuidar de mi ser.
Mientras llorabas yo, indolente, callaba sin más. Tu consejo no servía ya para
mí, era invencible. Sin darme cuenta me rodeé de gente extraña que sólo vino a
dañarme más de lo que estaba. Hoy aquí, tras estas rejas que me aprisionan,
junto al silencio de estos fríos y largos pasillos, te digo con el corazón
entre mis manos: no me dejes de ti y, sobre todo, perdóname, mamá". Su segunda
nota afirmaba: “Estoy resuelto a irme, no soporto más el peso de mi desgracia,
intenté perderme en el falso camino y sólo conseguí hundirme más, sólo pido que
se conserven mis letras, ya que es lo único bueno que he hecho en la vida, no
puedo escribir más, me voy y perdón por el dolor tan grande que les causo”.
Al funeral
llegaron los familiares de las víctimas, exigiendo ver el cadáver en el ataúd
para cerciorarse de que estaba muerto. “Queremos ver que está muerto y
cerciorarnos de que no le hará más daño a nadie”, espetaron. Su hermana,
Claudia, se arrodilló ante ellos y les pidió perdón por los crímenes de su
hermano.
José Luis Calva
Zepeda, “El Caníbal de la Guerrero”, fue sepultado en la Ciudad de México el 12
de diciembre de 2007, día de la Virgen de Guadalupe, en el panteón San Nicolás
Tolentino, en Iztapalapa, a las 14:30 horas. Al sepelio asistió su hermana
Claudia, pero no su madre; tampoco fue ningún sacerdote. Sobre la tumba,
cubierta de flores, destacaba una corona que la familia colocó y que ostentaba
una banda que decía: “Poeta seductor”.
Con su entierro
terminó la historia de uno de los asesinos más extraños de la historia
mexicana. Su legado literario, considerado deficiente por muchos y genial por
otros, incluye una frase que podría servir como su epitafio: “Adentrémonos en
el fascinante mundo de la conducta humana y busquemos ese toque extraño dentro
de cada uno de nosotros. Sólo así llegaremos al conocimiento de nosotros
mismos”.
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